Cofinanciado por la Unión Europea. Las opiniones y puntos de vista expresados solo compromete a su(s) autor(es) y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea. Ni la Unión Europea ni la autoridad otorgante pueden ser considerados responsables de ellos.

PAC Y AKIS

¿Cómo se trabaja en el campo para reducir la huella ambiental de las granjas?

Cofinanciado por la Unión Europea. Las opiniones y puntos de vista expresados solo comprometen a su(s) autor(es) y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea. Ni la Unión Europea ni la autoridad otorgante pueden ser considerados responsables de ellos.

La mayor conciencia medioambiental tanto de los productores como de la sociedad, así como el nuevo enfoque de la PAC, está cambiando la gestión de las explotaciones hacia un modelo más sostenible. Los asesores agrarios ayudan a los ganaderos a minimizar las emisiones de CO2 y a reducir y racionalizar el uso de fitosanitarios y fertilizantes

La Unión Europea se marca el objetivo, dentro de su estrategia del Pacto Verde Europeo, de lograr en el 2050 una Europa climáticamente neutra, es decir que no emita CO2, en todos los sectores, entre ellos la producción de alimentos. La nueva Política Agraria Común (PAC) que se aplicará entre 2023 y 2027 tiene también presente estos desafíos y quiere contribuir a apoyar la innovación en el sector en este campo. Las limitaciones, y también las penalizaciones, a las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, uno de los principales gases causantes del cambio climático, van a llegar a la granjas, tanto de producción de leche como de carne.

La nueva PAC mira hacia el pastoreo, no solo por ser una vía para lograr la reducción de las emisiones, sino porque es además una forma de aumentar la materia orgánica y la capacidad de sumidero de carbono atmosférico en el suelo. La ganadería extensiva, la agricultura de conservación (con siembra directa), la rotación de cultivos y las cubiertas vegetales son métodos para incrementar la captura de carbono.

El papel fundamental del asesoramiento

Con la lupa de la emisión de gases de efecto invernadero puesta sobre el sector agroganadero, los productores están haciendo esfuerzos por reducir la huella ambiental de sus explotaciones, un camino largo que se está empezando en Galicia de la mano de los técnicos que asesoran a las granjas en su día a día y que están llamados a tener un papel destacado en la nueva PAC. El reforzamiento de los AKIS, nomenclatura con la que la Política Agrícola Común designa todo el entramado de ayuda externa a las explotaciones, tanto de carácter público como privado, es precisamente uno de los elementos novedosos para el nuevo periodo de ayudas europeas que comienza en el 2023.

El reforzamiento de los AKIS es uno de los elementos novedosos para el nuevo periodo de ayudas europeas que comienza en el 2023

Habrá fondos comunitarios para la puesta en marcha de un sistema de asesoramiento técnico profesional como el que ya existe en otros países, como Irlanda, por medio del Teagasc. Del buen aprovechamiento de estos fondos dependerá en buena medida el avance en la eficiencia y las buenas prácticas medioambientales de las granjas en lugares como Galicia.

Fondos de la PAC para incentivar el cambio de modelo productivo

Con el objetivo de avanzar en una producción de alimentos más respetuosa con el medio ambiente y hacia una agricultura y ganadería que ayuden a mitigar el calentamiento global, la Unión Europea se propuso que la nueva Política Agrícola Común, que estará en vigor en el período 2023-2027, incentive determinadas prácticas beneficiosas con el clima y el paisaje, que serán definidas por cada Estado miembro. En el caso español, la propuesta de ecoesquemas, dde adopción voluntaria por parte de agricultores y ganaderos, define 7 prácticas concretas que serán subvencionadas mediante ayudas adicionales. Los ecoesquemas, también llamados eco-regímenes, dispondrán de un presupuesto anual de 1.107 millones de €, equivalente al 23% del presupuesto de las ayudas directas.

Una de estas prácticas que se quiere fomentar desde la PAC es el aumento de la capacidad de sumidero de carbono de los pastos mediante el impulso al pastoreo extensivo. Las cubiertas vegetales, la siembra directa y la rotación de cultivos son otras de las prácticas que se priman. En concreto, el pastoreo se pagará en Galicia a 62,16€ por hectárea y la rotación de cultivos a 92,22€ por hectárea. A partir de 65 hectáreas de pastos y 30 hectáreas de cultivo se cobrará solo el 70% del importe del ecoesquema. La carga ganadera deberá situarse entre 0,4 y 2 UGM por hectárea y deberá realizarse el pastoreo con animales propios durante un mínimo de 90 a 120 días al año.

En Portugal, donde una parte importante de la leche se produce en base a pastoreo, caso por ejemplo de las Azores, la huella de carbono se sitúa en 0,89 kilos de CO2 por litro de leche, por debajo de los niveles existentes en Galicia y dentro de las recomendaciones establecidas por el Panel Intergubernamental de la ONU para el Cambio Climático, aunque la creciente intensificación de la producción láctea portuguesa en los últimos años supone un riesgo también de incremento notable en las emisiones.

¿Qué es la huella de carbono?

Luis Cortiñas es asesor ganadero y experto en gestión medioambiental, un campo en el que lleva más de 15 años trabajando. “En sí misma la huella de carbono es la expresión de una cierta contaminación del aire. Mide la emisión de tres gases: CO2, metano y óxido nitroso. Pero la huella ambiental de una granja, además de la huella de carbono, incluye también la huella hídrica y la afectación sobre la biodiversidad. A día de hoy la huella de carbono es quizás la más solucionable por la tecnología y el conocimiento, y para arreglar la huella de carbono no debemos estropear las otras dos”, defiende.

“No veo coherencia en lo que se está haciendo, porque para arreglar la huella de carbono no puedes cargarte las otras dos, la huella hídrica y la biodiversidad, ni podemos fomentar la liberación de óxido nitroso para reducir la de amoniaco, porque 1 kilo de óxido nitroso son 298 kilos equivalentes de CO2, no son los 25 del metano”, ejemplifica.

No se están teniendo en cuenta estas cosas, dice, y existe un cierto “tabú” a la hora de hablar de la huella de carbono de las granjas. “Lo primero que hay que hacer para poder mejorar es medir la realidad de partida, pero aquí este es un mundo que aún está empezando”, asegura.

Un 40% de emisiones por encima de las recomendaciones de la ONU

Luis realiza certificaciones y auditorías y ayuda a las granjas a mejorar en este campo. Reconoce que el sistema oficial de cálculo penaliza a las explotaciones gallegas, al tener solo en cuenta la huella de carbono y no el uso de los recursos hídricos o la generación y mantenimiento de la biodiversidad.

“Los datos que salen están siendo malos, de 1,4 kg de CO2 por litro de leche. La ONU nos asignó un máximo de 1 y no se está cumpliendo. Estamos un 40% por encima de lo asignado por el Panel Intergubernamental de la ONU para el Cambio Climático”, admite.

Luis es partidario de no obsesionarse con esas cifras, porque, dice, “en Galicia estamos en un lugar en el que si haces las cosas bien es fácil estar por debajo de 1”. Además, defiende, “secuestrar carbono hoy es una actividad industrial y no debemos obsesionarnos en competir con eso; nuestra principal responsabilidad con el planeta es producir comida, no capturar carbono”.

El cálculo que hace es que “con la producción de leche de una hectárea deberíamos satisfacer la demanda de 32 personas durante todo el año, eso equivale a unos 6.500 litros por vaca. El que no llegue a ese nivel de producción no está haciendo las cosas bien, por muy poco carbono que emita”, argumenta.

Mayor autosuficiencia alimentaria

Solo por respirar una vaca emite 2,3 toneladas de CO2, a lo que habría que añadir las actividades asociadas de manejo y alimentación. Luis explica que “en lo que nosotros producimos tenemos buena huella de carbono, pero tenemos tal dependencia de los insumos externos que es muy difícil reducir la huella total de la granja”.

“El problema de la soja no son los kilómetros, ni lo es el flete; es la producción. La soja brasileña, que es nuestra gran fuente de suministro, tiene una huella enorme, porque las tierras de la Amazonía son pobres y hay que abonar para producirla. La soja producida en EEUU en buena tierra, no tiene esa huella. Pero 1 kg de soja brasileña trae una huella de 3,70 kg de CO2, eso no lo tienes en un kilo de hierba, por eso si yo uso 12 o 13 kilos de materia seca de concentrado en la ración, es muy difícil bajar de 1,40 kg de CO2 por litro de leche”, indica. Del mismo modo, dice, el maíz es un cultivo emisor. “Estamos emitiendo 300 kg de CO2 por hectárea de superficie de maíz forrajero cultivada (70.000 en Galicia), cuando en el prado son 600 kg de captura anual por hectárea, una captura natural en base a la microbiota del suelo”, detalla.

Luis advierte de que “la capacidad de desestocar es el doble de la de estocaje” y llama la atención sobre determinadas prácticas perjudiciales, como dejar vacías las tierras del maíz. “El manejo de la tierra no se hace muchas veces con criterios agronómicos, sino mecánicos. Al dejar la tierra descubierta emito emisiones pero, sobre todo, me quedo sin tierra. El daño que estamos haciendo es brutal, porque estamos dañando la estructura del suelo”, asegura.

Cambios en la alimentación y el rebaño

Dentro del paquete de medidas a aplicar en una ganadería para reducir la huella de carbono es necesario trabajar en distintos ámbitos. “Son cosas muy transversales y cada técnico en lo suyo va a tener que aplicarlo, pero por lo general no hay un cuerpo técnico formado en estos aspectos”, dice Luis, que asegura que “un tercio de las acciones tienen coste cero, es cuestión de cambiar hábitos, y en otro tercio lo que gastas, lo recuperas, es una inversión rentable”.

Es necesaria formación técnica para mejorar el pastoreo y reducir la huella de carbono

La primera de las medidas que propone es basar la producción de leche en los prados para ganar autosuficiencia alimentaria. “Una hectárea de prado permanente produce más proteína que una hectárea de soja”, asegura Luis, que defiende que la pradera debe producir, al menos, 6,5 toneladas de materia seca al año, y que esta cantidad sea la totalidad de la fibra y el 90% de la energía y la proteína que necesita la granja (para 1,2 UGM).

Dado que para el cómputo como sumidero de carbono debe tratarse de una pradera de más de 6 años, es necesario trabajar con resiembras para reimplantar un tipo u otro de hierba en función de la finca y el momento en el que se va pacer. Al prado están pidiéndosele unas funciones nuevas, de captura de carbono, que van más allá de producir hierba, y las semillas comerciales actuales no sabemos cómo se comportan en ese largo plazo”, afirma.

El siguiente paso sería manejar bien el pastoreo, para lo cual dice, es necesaria formación técnica. “Hay que llevar un control de lo que come la vaca, porque si no pace lo suficiente hay que ir la suplementar en el pesebre”, explica. En este sentido, valora el hecho de que se haya bajado dos puntos el valor de la proteína bruta en las dietas de leche, optimizando de este modo la parte nitrogenada de la ración. La inclusión de aceites esenciales y taninos pueden ayudar en la asimilación de lo ingerido, pero Luis aclara que “una vaca que pace ya los toma ella misma”. A nivel de rebaño, “hay que ir a vacas que duren más”, dice. “Hay nuevos índices técnicos, como el de litros por día presente, que tienen que ser una referencia. Una producción de 12 litros por día presente hacen falta solo para no pasarse del kilo equivalente que aconseja el Panel climático de la ONU. El primer parto tiene que ser antes, por lo que hay que hacer bien la recría y empreñar antes a las terneras, y los días de secado hay que reducirlos, para que haya pocos días oscuros. Una vaca que solo produce la mitad de los días que pasa en la granja no es eficiente”, asegura.

Otra gran vía para la reducción de la huella de carbono de las granjas de leche es el almacenaje de purín y estiércol. Para eso, las instalaciones deben ser las adecuadas. “No es normal que se abone en función de la capacidad del tanque de purín. A la hora de fertilizar, lo primero es optimizar bien lo que yo tengo”, insiste Luis.

A nivel energético, propone adaptar la potencia del tractor a la necesidad del trabajo. “¿Para qué voy a quemar 20 litros de gasóleo si lo que estoy haciendo lo puedo hacer con la mitad?”, dice. “La huella de carbono lo que detecta precisamente son las ineficiencias del ciclo energético”, concluye.

El ejemplo del sello de certificación climática Bas-Carbone en Francia

Luis Cortiñas asegura que el nivel de concienciación de los ganaderos gallegos con la reducción de la huella de carbono es aún bajo. “Mientras eso no sea trasladado al recibo de la leche es difícil convencer a la gente”, reconoce. Y piensa que “va a ser más una presión comercial que de la PAC” la que haga avanzar en este ámbito.

En Galicia las demandas del consumidor en los aspectos ambientales son aún incipientes, pero en otros países europeos condicionan en muchos casos las decisiones de compra. En Francia en el año 2000 se creó la asociación Bleu Blanc Coeur, reconocida por los Ministerios de Agricultura y de Medio Ambiente y de la que hoy forman parte más de 4.000 granjas que tienen una huella de carbono inferior a 0,8 kg de CO2. El propio gobierno francés puso en marcha hace tres años el sello de certificación climática Bas-Carbone, que busca identificar en el mercado los productos que contribuyen a la captura de carbono y a la lucha contra el cambio climático, primer paso para recompensar a esos productores por su labor.

“En zonas con mucha carga ganadera habrá problemas para echar el purín cuando se apruebe el nuevo Decreto”

La reducción y uso racional de fitosanitarios y fertilizantes son dos aspectos en los que la normativa europea se ha ido endureciendo en los últimos años. Hace una década se introdujo la obligatoriedad del cuaderno de fitosanitarios que cada explotación debe cubrir, donde se anota el nombre del producto y la finca y fecha en la que fue aplicado.

El incumplimiento de la normativa, en aspectos como el de las franjas de protección a cauces de agua, está considerada una falta grave, llevando aparejado en algunos casos incluso la pérdida de la totalidad de la anualidad de la PAC.

En los últimos años se han llevado a cabo también distintas revisiones de las normativas de ordenación ganadera, con nuevas normas para las explotaciones porcinas (RD 306/2020) y avícolas (RD 637/2021). Se prepara también una para el ganado vacuno que se encuentra aún en plena tramitación.

Las nuevas normas de ordenación ganadera y gestión de los estiércoles y purines están siendo herramientas claves para reducir las emisiones de gases contaminantes en el sector agroganadero

Todos estos cambios normativos buscan la reducción de las emisiones de amoniaco en la granja con estrategias centradas en la nutrición, el alojamiento de los animales y el almacenamiento del estiércol y el purín producido. En este ámbito, otro cambio legislativo que se espera es la entrada en vigor antes de final de año del Decreto de Nutrición Sostenible de Suelos Agrícolas, en tramitación por parte el Ministerio, lo que obligará a la realización de analíticas y a disponer de Planes de Abonado.

“En muchos casos en este momento se está abonando sin tener una analítica de suelos previa pero a partir de la entrada en vigor del Decreto habrá que tener analítica de todas las fincas, aunque no tiene por que ser el mismo año en todas”, explica Elena Piñeiro, presidenta de la Asociación de Asesores Rurales de Galicia.

Desde esta Asociación defienden un modelo de asesoramiento a las granjas público-privado, con participación de organismos de carácter oficial y entidades de acompañamiento privadas, para que la realización de los planes de abonado no caiga en las manos de las empresas comercializadoras de abonos.

Problemas para echar el purín por los topes por hectárea

Elena advierte de que en zonas donde hay mucha concentración ganadera, “habrá problemas para poder cumplir con los límites máximos que fija el nuevo Decreto por falta de superficie disponible donde echar el purín”.

El nuevo Decreto se espera antes de final de año, implicando cambios importantes en la gestión del purín. “Desde el momento en el que tengas que decir en que fincas echas el purín vas a tener unas concentraciones máximas, pudiendo echar en una finca más o menos purín en función del cultivo que tengas en ella”, explica.

Por ejemplo, el límite será de 250 kg de nitrógeno y 100 kg de fósforo por hectárea y año para maíz forrajero y 200 kg de nitrógeno y 100 de fósforo en pradera de menos de 5 años. “En las zonas de concentración ganadera no va a haber tierras suficientes y va a haber problemas serios para poder echar el purín. Es más condicionante el fósforo a día de hoy que el nitrógeno, porque los suelos en Galicia tienen ya una concentración muy alta”, afirma Elena.

Por eso, recomienda a las granjas que se encuentren en esta situación optar por sistemas de separación y tratamiento del purín, como los instalados en explotaciones de la zona de A Terra Chá como SAT do Ferreiro, Casa Carballo o SAT A Vereda.

“Convencer al ganadero a veces no es fácil”

La UE obliga a reducir un 16% las emisiones de amoniaco a partir de 2030. Para cumplirlo, el Gobierno español estableció una reducción del 45% para el amoniaco procedente de la producción de leche y una parte importante de esas emisiones se originan en el almacenaje y aplicación del purín, algo que en parte se resolvería con la separación de la fracción sólida de la líquida.

“La parte sólida tiene muchos beneficios porque es un estiércol distinto al tradicional, porque al pasar por el separador queda un material que tú extiendes en la tierra fácilmente y la liberación de los nutrientes es lenta, por lo que los lixiviados son prácticamente inexistentes, porque los nutrientes están en fase sólida. Se nota en la cosecha, porque todo lo que echas se aprovecha, esa es la diferencia”, afirma.

La fase líquida podría emplearse para regar con ella. “Tiene muy poca fibra y puede echarse incluso cuando el maíz está nacido, porque no se pega a la hoja”, dice. Pero a pesar de a las ventajas que tiene el sistema de separación, “a veces convencer al ganadero no es fácil”, asegura Elena.

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